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LIBRO PREMIADO CON PLACA DE MÉRITO AL PREMIO DE PAZ 2004 DEL "CENTRO STUDI CULTURA E SOCIETÀ"
Guido Pagliarino
Jesús, nacido en el año 6 «antes de Cristo»
y crucificado en el año 30 (Una aproximación histórica)
Ensayo sobre
la historicidad de Jesús y la predicación apostólica y sobre la
correcta formación del Nuevo testamento
Traducción del italiano al español
de Mariano Bas
- Distribución Tektime -Copyright © Guido Pagliarino
ÍNDICE BIBLIOGRAFÍA PRINCIPAL PRÓLOGO DEL AUTOR Y PRIMEROS PÁRRAFOS
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MIRA LA PRESENTACIÓN DE LAS EDICIONES ORIGINALES ITALIANAS DE ESTE LIBRO
Algunas de las bibliotecas que venden este libro: TOP
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2020 Tektime Editore © Guido Pagliarino
Libro de papel (tapa blanda), ISBN
Giunti al Punto
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2020 Tektime Editore © Guido Pagliarino E-book. ISBN 9788835407362
Apple Books.es
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BIBLIOGRAFÍA PRINCIPAL TOP |
BIBLIOGRAFÍA PRINCIPAL
Evidentemente, varias ediciones de la Biblia y sus comentarios y
prólogos respectivos de los Libros, sobre todo:
* La Bibbia, Edizioni Àncora, 1974; [La Biblia]
* La Bibbia di Gerusalemme, EDB Edizioni Dehoniane Bologna, 1986;
[La Biblia de Jerusalén]
* Vangeli e Atti degli apostoli con note a fronte, Edizioni Paoline,
1997; [Evangelios y Hechos de los Apóstoles con notas adicionales]
* Lettere e Apocalisse, idem, 1998. [Espístolas y Apocalipsis
* AA. VV., a cargo de Giovanni Filoramo y Daniele Menozzi, Storia
del Cristianesimo, vol. I, Gius. Laterza & Figli, 1997.
* AA.VV, a cargo de Alexander, David y Pat, Guida alla Bibbia,
Edizioni Paoline, 1980.
* AA. VV., Quel Gesú, Cittadella Editrice, 1973.
* AA. VV., Il Cristianesimo questo sconosciuto, 2 tomo, Didaskaleion
de Turín, 1996.
* AA.VV., In principio – La comunicazione nella Bibbia, Edizioni San
Paolo, 1995.
* Abbagnano, Nicola, Storia della Filosofia, UTET, 1974. [Publicado
en España como Historia de la filosofía (Barcelona: Montaner y Simón,
1964)]
* Aron, Robert, Gli anni oscuri di Gesú, Mondatori, Oscar uomini e
religioni,1987. [Publicado en España como Los años oscuros de Jesús
(Barcelona: Taurus, 1992)]
* Baima Bollone, Pier Luigi, Alla ricerca delle reliquie di Cristo –
L’impronta di Dio (solo los dos primeros capítulos y las fotografías
de descubrimientos arqueológicos), Arnoldo Mondadori S.p.A., 1985.
* Bouquet, Alan, Breve storia delle religioni, Arnoldo Mondadori
Editore S.p.A., 1972.
* Canfora, Luciano, Storia della Letteratura greca, Gius. Laterza &
Figli, 2001, cap. XXXVII, «I libri del Nuovo Testamento», pp.
648-662.
* Citati, Pietro, La luce della notte – I grandi miti della storia
del mondo, Mondadori S.p.A., 1996. [Publicado en España como La luz
de la noche (Barcelona: Seix Barral, 1998)]
* De Lubac, Henry, Il dramma dell’umanesimo ateo, Editrice
Morcelliana, 1988. [Publicado en España como El drama del humanismo
ateo (Madrid: Ed. Encuentro, 1997)]
* Dianich, Severino, La casa del popolo di Dio, Edizioni San Paolo,
1993.
* Duquesne, Jacques, Il vero Dio di Gesú, Piemme, 1998.
* Flusser, David, La setta di Qumran, Piemme, 1998.
* Forte, Bruno, Piccola introduzione alla Fede, Edizioni Paoline,
1992. [Publicado en España como Breve introducción a la fe (Madrid:
Editorial San Pablo, 1994)]
* Franzen, August, Breve storia della Chiesa, Editrice Queriniana,
1987. [Publicado en España como Historia de la Iglesia (Bilbao:
Editorial Sal Terrae, 2015)]
* Geymonat, Ludovico, Storia del pensiero filosofico e scientifico,
Garzanti, 1975. [Publicado en España como Historia del pensamiento
filosófico y científico (Barcelona: Ariel, 1993)]
* Keller, Werner, La Bibbia aveva ragione, Aldo Garzanti Editore,
1979. [Publicado en España como Y la Biblia tenía razón (Barcelona:
Omega, 1991)]
* Laurentin, René, Dio esiste, ecco le prove, Piemme, 1997.
* Marinelli, Emanuela, La Sindone, un’immagine “impossibile”, (por
las páginas dedicadas a la presunta muerte aparente de Jesús)
Edizioni San Paolo, 1996.
* Martin J. y Mehrgard D. comentario a la tabla 2: Comunità
cristiane nei secoli I e II; y Martin J., comentario a la tabla 3:
Strutture comunitarie del cristianesimo primitivo; en Atlante
Universale di Storia della Chiesa, Piemme, Libreria Editrice
Vaticana, 1991.
* Moraldi, Luigi, (editor), Vangeli apocrifi, Piemme, 1996.
* Poupard, Paul, La nuova immagine del mondo, Piemme, 1996.
* Quasten, Johannes, (vol. I y II) y AA. VV., principalmente Angelo
di Berardino - Institutum Patristicum Augustinianum - (vol. III):
Patrologia, Marietti; Vol. I 1971, Vol. II 1973; Vol. III 1978.
* Quesnel, Michel, La storia dei Vangeli, Edizioni Paoline, 1991. [Publicado
en España como La historia de los Evangelios (Bilbao: Desclee de
Brouwer, 1990)]
* Ricciotti Giuseppe, Vita di Gesú Cristo, Oscar Mondadori, vol. I,
1974, páginas de la 182 a la 189 relativas al censo del que habla
San Lucas y la estela de Ankara, páginas que amablemente puso a mi
disposición para el primer borrador del ensayo el profesor don Pier
Giuseppe Ottaviano. Posteriormente he podido leer el ensayo entero,
republicado en un único y grueso tomo en la colección Religioni -
Oscar saggi Mondadori. A pesar de algunas partes ya obsoletas, ya
que el autor no pudo tener en cuenta descubrimientos posteriores,
aconsejo su lectura a quien quiera profundizar sobre el apartado
Jesús. [Publicado en España como Vida de Jesucristo (Madrid: EDIBESA
(2004)]
* Russell, Bertrand, Storia della filosofia occidentale, Longanesi &
C., 1977. [Publicado en España como Historia de la filosofía de
Occidente (Barcelona: Espasa)]
* Schuré, Eduard, I grandi iniziati, Gius. Laterza e figli, 1906. [Publicado
en España como Los grandes iniciados (Madrid: Dilema, 2005)]
* Thiede, C.P. e D’Ancona, Matthew, Testimone oculare di Gesú,
Piemme, 1996. [Publicado en España como Testimonio de Jesús (Barcelona:
Planeta, 1997)]
Deben además al menos mencionarse mis coloquios sobre cristianismo
durante cinco años, con el padre Charles Jegge de «Il Prietto
monastico» y además que me escribió con sus reflexiones y el texto
de su conferencia en tres sesiones «Santità, amore della bellezza».
PRÓLOGO DEL AUTOR (conforme
al prólogo de la edición de 2003 Prospettiva Editrice)
Capítulo I A propósito del analfabetismo cristiano
No hacer a los otros…
«Por qué no podemos no calificarnos como cristianos»
Capítulo II A propósito de los documentos
históricos cristianos
Capítulo III Sobre la Resurrección
Nada se crea, nada se destruye
Capítulo IV Sobre la historicidad de Jesús
Saduceos, fariseos, escribas
Causas y entorno de las acusaciones contra Jesús
El proceso ante el sanedrín
El proceso ante Poncio Pilatos
Fechas de nacimiento y muerte de Jesús
La equivocación y la desilusión de los apóstoles
Capítulo V Los testimonios oculares de los
apóstoles
Capítulo VI ¿Querían engañar los apóstoles?
Escuelas críticas
¿Qué interés tenían los apóstoles?
La escuela cristiana tradicionalista (histórico-crítica) y los criterios de
historicidad jesuánica
La escuela racionalista (o crítica)
La escuela mítica
Historia comparada de las religiones
La escuela de la Universidad Hebrea de Jerusalén
Capítulo VII Persecuciones – Documentos no
cristianos y cristianos postapostólicos
Capítulo VIII De buena fe, sí, pero ¿se engañaron
los apóstoles?
La sustracción del cadáver de Jesús y las alucinaciones de los apóstoles y
discípulos
El equívoco
El cambio de tumba
El sosia
La muerte aparente de Jesús
Resumen
Capítulo IX Conservación de la predicación
apostólica
Los testigos de la Resurrección empiezan a morir. ¿Qué hacer?
Capítulo X La fijación del Canon
...pero ¿qué prueba hay de que la Biblia es la Palabra de Dios?
¿Ha dictado materialmente Dios el Testamento?
¿Hay que fiarse de los Libros ahistóricamente?
Aprovechando la ocasión: ¿El bautismo es un rito
mágico o supersticioso?
Volviendo al canon muratoriano
Criterios seguidos para establecer la canonicidad
Capítulo XI Cristo, único revelador
...pero no todas las biblias son iguales
La Iglesia es garante (según la razón), pero es Cristo el que revela (según la
fe)
Capítulo XII El cristianismo es una religión
especial revelada
Apéndice: Abreviaturas de los nombres de los libros
bíblicos
Bibliografía principal
PRÓLOGO DEL AUTOR Y PRIMEROS PÁRRAFOS TOP
Este es un libro de divulgación
histórica, no de catequesis, y pretende dirigirse a todos, aunque lo haya
escrito un cristiano. Eso no significa que se trate de una obra de parte:
desafío a cualquiera a que sea verdaderamente objetivo. Contiene datos ignorados
por muchos, incluso por creyentes, o más bien conocidos de modo superficial y
distorsionado, lo que resulta peor: lo sé porque durante muchos años he
realizado conferencias sobre el verdadero cristianismo y siempre he comprobado
el asombro de muchos de los presentes.
En los últimos dos milenios, junto a innumerables casos de caridad, se han
cometido por parte de miembros y colectivos de la Iglesia, clérigos y laicos,
muchas maldades, como guerras santas y hogueras encendidas con igual diligencia
por católicos y protestantes, como si el precepto hubiera sido: «Odiarás al
enemigo» y Dios hubiera considerado como sus enemigos personales a los
adversarios ideológicos de esos fieles. Aunque no fue menor el número de
atrocidades realizadas por los no creyentes y los miembros de otras religiones,
al ser el Dios de Amor lo esencial del mensaje cristiano, muchos hoy califican
al cristianismo como «incoherente» y «oscurantista»: el mal aparece rápido y
queda en la memoria, el bien, no. Es una lluvia de acusaciones a la «Iglesia»,
por otro lado, en parte, injustas. Aun así, lo que importa realmente es: O
Cristo realmente existió, murió y resucitó y, por tanto, nos ha salvado, o no.
Si es así, siempre tendrá sentido ser cristiano, aunque muchos creyentes usaron
y usan su libertad para hacer el mal en lugar del bien; en caso contrario, no
tendría sentido. No es en absoluto una novedad: ya el apóstol San Pablo afirmaba
en la Primera Epístola a los Corintios, que es parte del Nuevo Testamento y, por
tanto, Palabra de Dios, que sin una resurrección real no hay cristianismo: «Y si
Cristo no resucitó, es vana nuestra predicación y vana también vuestra fe» (1
Cor 15, 14) o, por decirlo de otra manera, se convertiría en una de las muchas
religiones que el hombre ha imaginado, solo como consuelo y útiles para el orden
social. Por esto, con la Ilustración y el Positivismo los críticos del
cristianismo buscaron primero derribar la realidad de la Resurrección y, algunos
de ellos, la propia historicidad de Jesús. Por esta vía se creyó además,
equivocadamente, que se salvaría al cristianismo de los ataques de los
racionalistas eliminando al Jesús histórico o manteniendo solo un Cristo de la
fe.
Mi trabajo se ocupa de dos periodos históricos, aunque no está dividido en dos
partes: el tiempo de Jesús y la primera Iglesia y la época que va de la
Ilustración hasta hoy, con sus diversas escuelas de oposición al cristianismo.
Contempla, en un enfrentamiento con esos críticos, la realidad histórica o no de
Jesús y la de la predicación apostólica sobre su resurrección. También la
formación concreta de los libros del Nuevo Testamento, obras literarias no
dictadas desde lo Alto, sino sin contradicciones, como veremos, e inspiradas por
Dios, en una época en torno a los años 50 a 90, en la cual, al menos en parte,
los testigos oculares de Cristo resucitado todavía estaban vivos y activos en la
comunidad cristiana. La hipótesis contraria, hoy todavía de moda, es que estos
textos se escribieron mucho tiempo después, cuando hacía mucho que habían muerto
los testigos y no era posible desmentirla.
Escribí en 1996-97 un primer borrador del ensayo, encargando imprimirla yo mismo
y regalándola en diciembre de ese mismo año a una decena de amigos y colegas
escritores, cristianos y no. Humildad y modestia son cosas distintas. La
humildad es una virtud cristiana, que consiste en no envanecerse, sabiendo que
se trata de dones del Espíritu Santo, pero, al tiempo, no disminuirse, lo que
sería un desprecio de esos dones y una ofensa a la verdad que se conoce. La
modestia, sin embargo, no es un valor, siempre temerosa del juicio de los demás
y que, además, a veces, es cómplice silente de los presuntuosos, por lo que no
oculto que los comentarios de esos lectores fueron positivos: entre los más
gratos estuvieron los de Giorgio Bárberi Squarotti y Vittorio Messori (incluidos
a continuación en dos imágenes fuera del texto y en italiano), expresados sobre
la primera edición, todavía no integrados en el texto ni en las notas; además,
no había encontrado aún nueva bibliografía, gracias a mis conferencias sobre el
tema y por tanto no se había añadido a esta nueva redacción más amplia. Sobre
ella he decido hacer una apuesta al presentar la obra a un público más amplio, a
través de un editor: un ensayo que solo quiere presentar el argumento cristiano
desde una aproximación histórica, teniendo en mente los métodos de la antigua
escuela cristiana de Antioquía (de la que hablaré).
Guido Pagliarino
Capítulo I
A PROPÓSITO DEL ANALFABETISMO CRISTIANO
«Con seguridad, el budismo es superior: no tiene la ingenuidad del cristianismo»;
«¿Cristo? Un mito, como Osiris o Dionisio»;
«Jesús es un personaje histórico, pero solo fue un buen rabino»;
«El Apocalipsis, como el resto de los Evangelios, se escribió como mínimo en el
siglo II o III»;
estas son algunas afirmaciones que he oído por televisión.
«La estrella de Belén habría quemado el portal; más aún, habría destruido el
mundo: ¡Son invenciones cristianas anteriores a Galileo!»: carta de un
licenciado en física a un periódico.
«¿El bautismo? Un rito mágico-supersticioso»: una voz en la sala en la
presentación de un libro.
«¿El cristianismo? ¡Mitos repetidos!»: sentencia de un estudiante de ciencias de
la comunicación después de haber leído un ensayo sobre mitos y no haber leído
nada sobre cristianismo. Quién sabe qué doctos artículos escribirá.
Podría continuar durante un buen rato.
No hacer a los otros…
Yo también he querido leer ese ensayo de Citatii y allí he encontrado, entre
otras cosas, una admiración absoluta por el Tao, cuyo libro, de Chuang Tzu, es
para el autor único y maravilloso. Muy bien, la libertad por encima de todo,
pero libertad quiere también decir informarse bien. Cuando en un capítulo
posterior el autor se enfrenta a la antigua cultura china y el cristianismo
llevado a China por el misionero Matteo Ricci, a finales del siglo XVI, afirma
que el principio cristiano (?) de «No hagáis a los demás lo que no queráis que
os hagan» ya les resultaba familiar a los chinos, porque se encontraba en los
Diálogos de Confucio. Ya, pero, si es por eso, ese principio se recoge también
en el Antiguo testamento, por ejemplo, en el libro de Tobías y no es otra cosa
que la síntesis de los mandamientos que van del cuarto al décimo y que se
refieren al comportamiento hacia los demás seres humanos.ii
Habla Tobit, padre de Tobías, recomendando al hijo: «No hagas a nadie lo que no
te agrada a ti…» (Tb 4, 15); pero el conjunto de las recomendaciones es incluso
mayor, por ejemplo: «Da la limosna de tus bienes y no lo hagas de mala gana. No
apartes tu rostro del pobre y el Señor no apartará su rostro de ti» (Tb 4, 7);
aunque estas recomendaciones (estamos todavía en una época anterior a Jesús, en
torno al siglo III-II a. de C.) no son a favor de los pecadores, sino solo de
los justos: «Derrama tu vino y ofrece tu pan sobre la tumba de los justos, pero
no lo des a los pecadores» (Tb 4, 17). Hay otro ejemplo en el Levítico, capítulo
19, versículo 17, que impone: «No odiarás a tu hermano en tu corazón». Se
aprecia que la conocida orden de Jesús que leemos en el Evangelio de San Mateo:
«Ama a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22, 19), se encuentra ya en el mismo
Levítico (19, 18): «No serás vengativo con tus compatriotas ni les guardarás
rencor. Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor». Sin embargo,
tampoco en este libro se llega al precepto de amar al enemigo. El prójimo al que
hay que amar es aún solo el amigo o como mucho al compatriota desconocido, no al
adversario. Según el Eclesiástico (12, 4-5) a quien peca, no se le ayuda: «Da al
hombre bueno, pero no ayudes al pecador. / Sé bueno con el humilde, pero no des
el impío / rehúsale su pan, no se lo des». En resumen, se trata, en el fondo,
del principio en vigor en cualquier sociedad organizada, por el cual quien crea
desorden no debe ser tratado igual que quien actúa respetando la libertad de los
otros, sino que, por el contrario, debe ser perseguido. Para el Salmo 139,
21-22, el «enemigo» de Dios es también enemigo del creyente: «¿Acaso yo no odio,
Señor, a los que te odian / y aborrezco a tus enemigos? / Yo los detesto
implacablemente / como si fueran mis enemigos»: así como en las diversas otras
sociedades organizadas hay odio para los que son considerados como los enemigos
de la patria, externos e internos, también era así en el antiguo Israel, y
tengamos presente que este es un estado teocrático, del cual el verdadero y
único rey es Dios.
No se trata solo de los antiguos hebreos y del confucianismo, ya que en otras
culturas se encuentra el precepto de no hacer el mal al prójimo (pero no el de
amar a todos) e incluso, en algunas de ellas, de tener compasión: véase, en los
tiempos de Jesús y de los apóstoles, la ética de Séneca con su derecho humano.
Era y es un principio general de convivencia, base de la moral y esencia de lo
que se suele llamar la ley natural (que, para los creyentes está igualmente
dictada por Dios), pero, y aquí viene lo bueno, no es aún un principio
cristiano.
Cristo, según el Evangelio de San Juan, estando ya muy cerca de su crucifixión
hace de la orden de amar al prójimo algo absolutamente más importante, pidiendo
a los discípulos que amen «como yo os he amado» (es decir, incluso hasta la
muerte), ya que «No hay amor más grande que dar la vida por los amigos» (Jn 15,
13). Hay que advertir que, como se deduce claramente del Nuevo Testamento,
siempre por boca de Cristo, todos, pecadores o no, son hijos muy amados de Dios
y por amigos debe entenderse a todos, incluidos los «enemigos». Por otro lado,
el propio Jesús, agonizando, ruega desde la cruz para que sus perseguidores sean
perdonados. Según los evangelistas Mateo y Lucas, Cristo habría afirmado
claramente: «Habéis oído que se dijo: "Amarás a tu prójimo" y odiarás a tu
enemigo. iii Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos, rogad por vuestros
perseguidores, porque sois hijos del Padre que está en el cielo, porque él hace
salir el sol sobre malos y buenos y hace caer la lluvia sobre justos e injustos»;iv
«Amad a vuestros enemigos, haced el bien a los que os odian. Bendecid a los que
os maldicen, rogad por lo que os maltratan».v Solo en la plenitud de los tiempos
de la que habla el Nuevo Testamento, con Cristo, se llega a la revelación final
de Dios con la enseñanza de que no basta con no hacer el mal, sino que hay que
comportarse como en la famosa parábola, como el buen samaritano con el hebreo
herido por los ladrones (hebreos y samaritanos eran adversarios), que tiene que
socorrer al prójimo y además amar al enemigo, si se quiere ser cristiano.
No era «No hacer el mal» el principio cristiano que el padre Matteo Ricci había
llevado a China, sino «Haced el bien y hacédselo también a los enemigos,
considerando a todos los seres humanos, incluso a los que están socialmente más
abajo, como hijos iguales de Dios y hermanos de Jesús», actitud esta seguramente
alejada de la cultura china, y de la nuestra, en la que han vuelto a contar los
roles sociales y no la persona en sí: el concepto de persona nace con el
cristianismo.vi En el mismo capítulo, un poco más adelante, Pietro Citati afirma
que el éxito del padre Ricci y los suyos fue escaso porque los chinos no veían
diferencias esenciales entre lo Alto y lo bajo, mientras que los misioneros
cristianos creían en un Dios trascendente. Cuidado: los cristianos creían y
creen en un Dios encarnado en Jesús, un hombre verdadero. Por el contrario, son
los hebreos y los mahometanos los que creen en la sola trascendencia de Dios y
también los testigos de Jehová y otros similares: para estos últimos, Jesús no
es Dios coeterno y consustancial al Padre, sino que es solo el primero de los
creados.vii
«Por qué no podemos no calificarnos como cristianos»
Creo que si todavía estuviera entre nosotros el agnóstico Croce vacilaría, él y
su breve ensayo «Por qué no podemos no calificarnos como cristianos» (cristianos
en sentido cultural), él que, en polémica con Bertrand Russell, a su vez no
creyente, no expresaba opiniones superficiales y consideraba la civilización y
la ética occidentales fruto, en parte notable, del cristianismo, de ese
cristianismo que no se estudia. En su momento, el teólogo francés M. D. Chenu ha
escrito, en la argumentación de la segunda edición de La teología como ciencia
en el siglo XII:viii «Si tuviera que rehacer esta obra, prestaría mucha mayor
atención a la historia de las artes, la literatura y todas las bellas artes,
porque no son solo ilustraciones estéticas, sinos verdaderas expresiones
teológicas». Dándole la vuelta: hay hoy en día personas que no saben reconocer
el tema de una pintura religiosa, aunque sea elemental, que creen que caridad
significa limosna, no amor a Dios y al prójimo y hay quienes piensan que el amor
cristiano es un hecho sentimental, no fruto de la buena voluntad y que, por
tanto, no hay culpa en no amar al prójimo. Hay…
Si estáis entre los bautizados que han dejado de estudiar el cristianismo desde
niños, desde el catecismo para la primera comunión o incluso, no siendo
cristianos, no sabéis lo que dicen periódicos y televisiones; peor aún: si solo
lo habéis conocido por obras como el Diccionario filosófico de Voltaire y si
pensáis que antes de hablar en una discusión es mejor conocer, al menos
básicamente, algo de los argumentos sobre sus fundamentos históricos… ¿ya os he
aburrido?
Si no os apetece seguir, tranquilos: libertad, ante todo. Aun así, ya sabéis que
no tengo intención de convertir a nadie y tampoco sería capaz: es cristiano
responder (en lo poco que se cree saber) a quien quiere saber, no imponer. Dios
es también libertad absoluta y nos ha creado libres. No hay que confundir el
catecismo con el estudio del cristianismo: el primero es para el creyente que
desea profundizar en su fe, el segundo es indispensable para la cultura de todos.
Si os apetece, os aseguro que no os haré perder mucho tiempo. Tal vez ni
siquiera os aburra. Este es un breve ensayo de alguien que, como tantos, tenía
en la cabeza solo algunas astillas del cristianismo, que lo consideraba una
fantasía y lo había abandonado por cosas que consideraba más serias, de alguien
que se desconectó durante muchos años, quedando privado de esta parte esencial
de la cultura occidental.
Así que intento dirigirme a no creyentes y a creyentes y, entre estos, de modo
particular a quienes desde niños no han profundizado más y muchas veces se
callan delante de las ínfulas anticristianas de ciertos intelectuales que, para
empezar, saben realmente poco y mal del verdadero cristianismo. Naturalmente,
esta breve obra será solo un pequeño paso: hay que conocer más para llegar a un
conocimiento suficiente. Para vosotros y para mí, «la investigación no tiene
fin», como escribía el que considero el más grande de los teóricos de la ciencia,
Karl R. Popper.
Dado que, obviamente, me referiré sobre todo a documentos históricos cristianos,
que algunos denuncian por «ser parciales», en primer lugar, explicaré por qué se
trata de un prejuicio.
Capítulo II
A PROPÓSITO DE LOS DOCUMENTOS HISTÓRICOS CRISTIANOS
A propósito de los documentos cristianos, ya desde los libros del Nuevo
Testamento, no es justo ni racional alimentar espontáneamente una menor
confianza en ellos que en las fuentes históricas no cristianas: además, se
considera que para los hechos narrativos unos y otros están esencialmente de
acuerdo. La buena fe de los autores debe admitirse siempre, salvo prueba en
contrario, es decir, el eventual descubrimiento de pruebas opuestas convincentes.
Por ejemplo, ningún documento ha demostrado que sea falso el libro de San Lucas
de los Hechos de los Apóstoles y, por tanto, es correcto pensar que la vida de
la primera Iglesia se desarrollara, sustancialmente, como dice el autor.ix
Además, si se asumiera la postura contraria, no habría ningún testimonio de la
historia antigua, ya que todas las fuentes relativas son apologías,
predispuestas hacia una parte, como saben los historiadores. Para los autores
antiguos importaba sobre todo destacar la figura de la persona que era
protagonista de un acontecimiento. En ciertos casos se trataba además de
memoriales de los propios protagonistas, como los dos libros de Julio César
sobre la guerra de las Galias y la guerra civil, que nadie puede excluir como
fuentes históricas. Ponerse de un lado no significa, por sí mismo, tener mala fe,
inventarse las cosas. Por otro lado, incluso en la historia más reciente cabe la
manipulación, la mala fe, por ejemplo, montando un documental de tal manera que
se cambia la cronología de los acontecimientos, pero también en estos casos se
debe demostrar que el autor miente. No sería una actitud cultural, sino visceral,
presuponer la mala fe de los autores cristianos solo porque no se acepta el
cristianismo. Hay que advertir además que las copias de documentos
neotestamentarios en nuestro poder, al ser las más antiguas de los siglos II y
III, son las más cercanas en el tiempo a los hechos que narran con respecto a
todas los hasta ahora descubiertas: de los originales, aparte de los documentos
arqueológicos, no queda nada. Por ejemplo, el códice más antiguo relativo a
Virgilio, el Veronensis, que contiene fragmentos de las Bucólicas, de las
Geórgicas y de la Eneida, es solo del siglo IV; cinco siglos separan a Tito
Livio de la copias más antiguas de que nos han llegado; cerca de novecientos
años separan la época de César de las transcripciones más antiguas que nos han
llegado de sus libros y hay casi mil quinientos años de distancia temporal entre
Aristófanes y Sófocles y los manuscritos más antiguos de sus obras en nuestro
poder. Además, los documentos neotestamentarios son bastante más numerosos: se
han encontrado cerca de cinco mil. De entre estos, el más antiguo es el P52
Rylands, un fragmento de los años 120/130, de cerca de 6 centímetros por 9, que
contiene algunos versículos del Evangelio de San Juan:x así que lo separan unos
90/100 años de los acontecimientos narrados. Poseemos además algunos fragmentos
escritos en torno al año 200, como el papiro P64 Magdalena (aunque este podría
ser más antiguo: ver más adelante), el P65 Bodmer y P67 Fondazione San Luca. Del
siglo III y menos incompleto, tenemos el P45 Chester-Beatty, compuesto por una
treintena de pequeñas hojas que contienen largos fragmentos y capítulos enteros
de los Evangelios. Todos los manuscritos citados son papiros, xi un soporte no
muy caro, pero fácilmente deteriorable. Los documentos que permanecen más
completos se escribieron desde el siglo IV sobre un más resistente pergamino,
cuando a la Iglesia, en tiempos de Constantino, se pudo permitir acumular bienes
y, por tanto, entre otras cosas, proveerse con regularidad de esta base de
escritura más cara. Entre otros documentos, y de gran valor para la
investigación, poseemos, del siglo IV, el Vaticanus, que contiene casi toda la
Biblia y el Sinaiticus, con el Nuevo testamento prácticamente completo, mientras
que las hojas del Antiguo se han perdido en su mayor parte. Del siglo V y
todavía más importante, porque reproduce todo el Testamento, tenemos, siempre
entre otros, el Alexandrinus del Museo Británico, el Codex Ephraemi de la
Biblioteca Nacional de París y el Códice de Beza de Cambridge (en latín además
de en griego).
Es verdad que algunos fragmentos neotestamentarios se han datado todavía más
próximos a los hechos, concretamente al hecho de Jesús, documentos considerados
por algunos estudiosos de en torno a la mitad del siglo I.
Sobre todo, un fragmento clasificado como 7Q5, que contiene trece cartas todavía
legibles, en varios renglones, que pertenecerían al capítulo 6, versículos 52-54
del Evangelio de San Marcos, los cuales, completos, dicen «… porque no habían
comprendido el hecho de los panes, al estar su corazón endurecido. - Al acabar
la travesía llegaron a Genesaret y atracaron allí. Apenas desembarcaron, la
gente lo reconoció». Para empezar, en 1972, José O’ Callaghan sugirió que esta
coincidencia y también que otro fragmento recuperado, el 7Q4, se referiría al
Nuevo Testamento y exactamente que se tratara de letras de la Primera Epístola
de San Pablo a Timoteo, capítulo 4, versículo 1: esta segunda hipótesis ha sido
contestada casi unánimemente, pero, según el estudioso y docente Harald
Riesenfeld, luterano bultmaniano convertido al catolicismo, el fragmento
incluiría realmente letras de la Primera Epístola de San Pablo a Timoteo, 4, 1,
que, en su totalidad dice: «El Espíritu afirma claramente que en los últimos
tiempos habrá algunos que renegarán de su fe, para entregarse a espíritus
seductores y doctrinas demoníacas». También la hipótesis sobre el 7Q5 ha sido
contestada por algunos, pero asimismo ha recibido la aprobación de no pocos
estudiosos. El 7Q4 y el 7Q5 forman parte de los manuscritos del Mar Muerto,
encontrados en unas grutas en Qumrán entre 1947 y 1955 y guardados en Jerusalén
y son, en orden de recuperación, el cuarto y quinto documento descubiertos en la
séptima gruta, gruta-custodia cerrada, como otras en la zona, para proteger de
los romanos esos y otros escritos, antes del 68. Este es el año de la
aniquilación de Qumrán por parte de la legión Fretensis, tras la revuelta hebrea
que habría llevado en el año 70 a la destrucción de Jerusalén y su templo.
Además, tenemos tres fragmentos, que son parte del ya citado papiro P64,
guardado en colegio universitario Magdalen, descubiertos en Egipto a finales del
siglo XIX por Charles Bousfield Huleatt y que muestran seguramente frases del
Evangelio de San Mateo, capítulo 26, versículos del 6 al 16, en los que se
describe la unción de Jesús en casa del leproso Simón y la traición de Judas
Iscariote. Según el investigador Carsten Peter Thiede, los fragmentos P64
Magdalen se escribieron entre el año 40 y el 70. Pero para este documento no hay,
como en el 7Q4 y el /7Q5, un hecho bien datado, como la destrucción de Qumrán:
como ya he indicado, otros investigadores establecieron en su momento, en el año
1950, que el P64 Magdalen era de finales del siglo II.
Capítulo III
SOBRE LA RESURRECCIÓN
Es natural empezar con Jesús crucificado y, para los creyentes, resucitado: como
desgraciadamente no todos, ni siquiera todos los cristianos, saben con claridad,
el cristianismo se funda en realidad esencialmente a partir de la resurrección
de Cristo. No sobre los diez mandamientos, como se oye tantas veces, incluso a
algún cristiano desinformado: sobre Jesús resucitado. No, aunque menos
imprecisamente, sobre el ama a Dios y ama y sirve al prójimo, incluido el
enemigo. Hay no creyentes que aceptan este principio y tratan de ponerlo en
práctica. Como veremos con más detalle, según el cristianismoxiii también ellos
están en Dios, aunque para ellos Jesús es solo un hombre que enseña y aplica
este mandamiento nuevo, «un hombre entre los mejores, si no el mejor», como he
oído decir a una persona justa y atea, «y de quien se puede, por tanto, tratar
de seguir su ejemplo». Sí, pero Jesús dice ser «el camino, la verdad y la vida»,
se proclama expresamente Dios-Hijo de Dios y, si no lo fuera, se trataría de un
loco o de un gran embustero: sería un hombre irrelevante, no el mejor de los
hombres. Para que sea el mejor debe ser también Dios y puedo ahora decir más
exactamente que el cristianismo se basa en Cristo, que, resucitando, demuestra
ser Dios y que todo lo que ha dicho y hecho viene de Dios.